Lo que, en principio, podría suponerse un making off de la actividad de tres fotógrafos (Shaun Irving, Richard Browse y Bea Maristany) en sus viajes, se acaba convirtiendo en un descubrimiento particular del país que Duque recorre. De norte a sur, de este a oeste, Andrés Duque reensambla España con sus múltiples matices en una obra cargada de detalles que supera, ante las experiencias cotidianas, a cualquier estudio antropológico.

Saltando por la compleja geografía española (y sin suministrar datos de donde está), Andrés Duque graba las zonas rurales, sus abandonos y sus gentes confeccionando un informe de impresiones eventuales en su particular cuaderno de viaje electrónico. De los cambios de luz en el norte verde a zonas desérticas, ensimismado por el movimiento del camión (un camión cámara de fotos y laboratorio, desde donde se presentan paulatinamente los resultados de esta odisea) o por las gentes que cotillean y donde el ruido ambiente es la banda sonora, con sutiles y mutiladas piezas sonoras. Ante el desafío del tránsito constante, el autor lo resuelve estudiando el entorno mediante soluciones ágiles de lo recién percibido. Cada situación es tratada de modo distinto. La complejidad cotidiana de los procesos fotográficos y de cada paraje se resuelven a través de anécdotas, matices y pausadas miradas que esconden encuadres inusitados, sin azar aparente pero extasiados por el descubrimiento casual. La placentera sencillez de este documento esconde algo más complejo sin explicitarlo. Interrogándose sobre la naturaleza de la imagen reduce un largo período de experiencias colectivas junto a los fotógrafos, a registros desarticulados y enlazados por su pertinencia en un hilo conductor que atraviesa túneles, ríos o niños corriendo. La premisa es sencilla, lo cual le permite al autor contemplar de otro modo y realizar un documento sobre hallazgos en función del momento y lugar que habitan.