Esta investigación sobre los mundos íntimos y personales a través del retrato en sus momentos liminares. Mientras se muestra un rostro, este varía a medida que evoluciona el acto masturbatorio de su dueño. Cinco éxtasis muy distintos sobre la pared blanca.

Con el sonido de una proyección de cine doméstico y de televisión lejana, Jana Leo realiza una investigación sobre el rostro de amigos. El plano de la cámara estática sólo encuadra la cabeza del retratado, cinco personas, entre las que se encuentra la misma artista (y en  créditos sugiere que hay más). En cada una de ellas se produce el mismo proceso con distintos resultados. Desde una relajada complicidad con la cámara, apoyados en la pared (supuestamente sentados) sus rostros se van tensando, gimiendo, sintiendo y extasiando. Fuera del cuadro de visión de la cámara, se intuye, que cada uno de los retratados se está masturbando mientras posan, incluso una de ellos se revela y sale de escena.

Muchos de estos amigos de la artista son protagonistas de la cultura del momento como Lucía Etxebarría y Rafael Doctor en sus inicios. Lo que resulta ser, con el tiempo, un claro retrato generacional de finales de los años noventa. Agentes y productores culturales, conscientes del significado de posar ante la cámara de una artista, que se masturban para una obra de arte. Esta consciencia, que se evidencia al inicio de cada intervención con miradas cómplices a cámara, acaba diluyéndose a medida que progresa la excitación hasta desarmarse en el orgasmo. Paradójicamente, es posible observar cómo el espacio público en del que parte cada uno de ellos se retrae hacia la intimidad, olvidándose de donde están y para quien se exhiben. El retrato se cumple en las modificaciones del rostro hasta llegar a retratar el éxtasis final que en cada uno resulta distinto y singular.