"El lobo esta aquí; en mi origen y en mis palabras; en el aire que separa mis uñas de mi carne. Tus uñas de tu carne."

“Los lobos” un largo vídeo que, a pesar de su duración, no se hace tedioso ya que a medida que progresa se adaptara a la complejidad de los sentimientos que quiere expresar. Los ritmos y cambios de la información (textos, sonidos e imágenes) están medidos musicalmente para identificar y trasladar al espectador a diferentes estados de ánimo y angustia con una crueldad casi física. A través del material de archivo (tanto propio como ajeno) y el tratamiento de la imagen se confecciona una fábula sobre la culpabilidad, los ritos iniciáticos y la madurez desde lo extraño cotidiano.

“Ver este vídeo no será una tarea fácil.”

“Los lobos” es un vídeo donde Francisco Ruiz de Infante intenta expresarse mediante sus propios miedos y contradicciones, por los que había transitado sutilmente en otros proyectos. “Yo también tengo miedo y yo también me siento impotente al ser consciente de las crueldades propias y ajenas.” (Los pecados que matan son un lastre difícil de aceptar). El vídeo entendido como proceso de expiación de una culpa, donde el propio autor reconoce que es un viaje amoral porque no ha querido establecer leyes claras en la estructura del mismo.

Fascinado por la libertad de los mecanismos tanto de percepción como expresión de la infancia y el uso impreciso de algunas reglas intuidas, genera un contexto disfuncional donde la comprensión del mundo de lo real se hace a través de un duro aprendizaje en el lado oscuro del alma. Una visión del mundo de la infancia marcada por su carácter turbio, donde toda ley y prohibición son percibidas como algo absurdo.

Una visión alucinada de lo exterior. Un rostro, un objeto cotidiano, una materia... (los objetos, las paredes, las luces, las sombras, las gentes...) son elementos suficientes para sentir el extraño peligro que nace al abrir algunos caminos del subconsciente. Desde el viaje mental hasta el físico pasando por el viaje lector o visual suponen experiencias que se confunden acumulando y modificando sensaciones. Todo va rápido y todos queremos que vaya aún más rápido. Los códigos se superponen para cambiar el decorado.

La forma (a pesar de su fragmentación) se apoya en un recurso clásico de la narrativa: dos personajes se intercambian informaciones; uno de ellos guía al otro en el conocimiento de algunas realidades de la vida. Es suficiente con apretar un botón: cerrar los ojos y la habitación vuelve a ser reinada por el tranquilizante zumbido de los ventiladores. Entrando, pasando diferentes puertas se van quemando etapas de este videojuego en forma de espiral sin respiraciones tranquilas. Un videojuego en el cual, para atravesar etapas, es necesario quemar todos los poblados; matar mujeres y niños; exterminar.

“…Nadie te guiará en este viaje (también eso es mentira).”