Cyborgs, Hombres y Drag Queens
Cyborgs, Hombres y Drag Queens
En un futuro próximo podremos escoger nuestro propio teatro, o nuestro propio entretenimiento y nuestros papeles; podremos pensar, en consonancia a nuestra situación y preferencias personales, dirigir la historia.
Este vídeo sustituyó a Maite Cajaraville en una conferencia en el Festival Atlántico, a través de un monitor aparecen tres personajes que relatan reflexiones de diferentes teóricos sobre el desarrollo de las comunicaciones y las connotaciones que se derivan hacia el cuerpo y sus límites.»
Jugando con vestimenta, maquillaje y actitud Maite Cajaraville genera, a través de una performance vídeográfica, una suerte de máscaras para la era virtual. Comparando el título con el orden del vídeo podemos asumir ambigüedades irónicas en la presentación de los roles. En primer lugar, el monólogo lo realiza un hombre (la autora travestida con la voz de otro) sobre cuerpos, comunidades y conferenciantes en el ciberespacio; su porte es la de un informático, ejecutivo o tecnócrata digital y según el título del vídeo sería el “cyborg”. A continuación la charla corre a cargo de un personaje sacado de la cultura ciberpunk que expone una mirada feminista sobre lo ciber, según el título “hombre” (aunque tras la sofisticación indeterminada se encuentra ella). Y, por último, el tercer rol lo representa una ciberchoni con deje pacense explicando el erotismo en las simulaciones virtuales, asumiendo por el título una “drag queen” (interpretada también por Maite Cajaraville). Lo demás es accesorio, a sus apariencias se les incrustan los contenidos en playback.
La vida digital supone una mutación de identidad sin fin, condicionada por los discursos mesiánicos de los popes del ciberespacio. El deseo y necesidad de ser admitido y encumbrado en una cibercomunidad es lo que mueve un discurso. Al igual que sujetos y grupos sociales camaleónicos se transforman para presentar la imagen “políticamente correcta” de su ghetto. Seres compuestos de virtualidad y teoría amalgamadas.
Cajaraville adopta, irónicamente, la apariencia física en función del contexto vídeográfico, falsamente virtual, que la presenta. Unas apariencias que pregonan, paralelamente al camuflaje, citas especulativas procedentes de textos de los años noventa sobre identidad, género y cibernética. Negando el pensamiento individual más allá de la creación de avatares.